viernes, 31 de diciembre de 2010

Nueva Novela.


Dedicatoria:


  •  Michael Jackson, 
  • Yamila López,
  •  Nikole Sierra (Te quiero gemelis perdida),
  • Naty :3 ,
  •  Romy, 
  • Niña Twitter.
  • Juli (te extraño hermanita u_u)
Autora: 


  • Barbara Godoy (Barby)






Capítulo I


La joven Madeleine se encontraba junto a su mascota Charlie, un perro de raza Beagle, de no más allá de 5 o 6 meses de vida. Charlie la acompañaba a donde sea que ella vaya, y esta no era una excepción. Iban en su Alfa Romeo Spider 1300, era su auto favorito, sin duda alguna.
La vida de Maddie, era algo arriesgada, venía precisamente huyendo de algo…o alguien, específicamente.

- Charlie, quítate de la ventana, no es conveniente que ellos te vean, verte a ti, es como verme a mi – dijo a su amigo, que estaba sentado a su lado, en el asiento de adelante.

El pequeño Beagle obedeció sin más. Y era claro, el peligro estaba presente a la vuelta de la esquina, no debían arriesgarse, no ahora.
Madeleine, sabiendo que no tenía licencia de conducir, y que venía huyendo, y aún más que debía mantener sus ojos en la carretera, volteó a la parte de atrás del auto, buscando su cartera.

- Demonios! ¿Charlie viste donde deje ese celular? – dijo casi hundida en su enorme cartera de color bordo. Charlie contesto con un ladrido que tal vez significaba un “No, no lo he visto Maddie” – Ouch! ¿Qué fue eso? - Dijo deteniendo su auto y saliendo de el.

Al parecer, el estruendo que había escuchado, significaba que había atropellado a alguien.

- Oh! No puede ser, ¿algo más? ¿La policía? ¿La CIA? Creo que no – dijo como si se refiriera a alguien – Bien, Charlie, no podemos dejarlo aquí, por nuestra seguridad, creo que deberíamos subirlo al auto y llevarlo a casa, ya veremos que le inventamos cuando despierte.

Madeleine abrió la puerta trasera del auto para así poder poner el cuerpo adormilado de aquel joven de no más allá de 28 a 32 años. Cerró la puerta y entro en el auto. Condujo hasta su casa en una larga y loca carrera contra el tiempo.

La joven Madeleine cada cierto tiempo volteaba para cerciorarse de que aquel sujeto estuviese tal cual lo subió al auto… Dormido.
Charlie se traslado del asiento del copiloto, al de atrás, para sentarse sobre el joven.



Rosa y George, la empleada y el mayordomo de confianza, vieron que el auto de la joven Maddie, iba ingresando al antejardín de la gran mansión.

- ¿Señorita Maddie? – Dijo asomándose tan solo apenas, el mayordomo.
- ¡George!... ¿Dónde esta Rosa? – Preguntó nerviosa y tensa.
- En la entrada de la casa, enseguida voy por ella – dijo sin más, y fue en busca de su fiel amiga.

Claramente, para Rosa y George, algo había ocurrido a Madeleine. Fuese grave o no, pero había ocurrido.
En el ambiente había tensión, nerviosismo y confusión. “¿Qué haría?” Era la pregunta que se formulaba una y otra vez en la cabeza de la chica. ¿Quién era el? ¿Tendría algún tipo de problema con el o la justicia? ¿Serían acaso amigos? ¿Que ocurrirá cuando despierte? ¿Habrá muerto acaso? O ¿Quedará en coma? La cabeza de Maddie era una olla de marañas sin respuesta alguna, sin sentido.

- ¿Qué ocurrió Maddie? – Preguntó Rosa, sin entender nada.
- Pasa que… Atropellé a un sujeto y lo traje a casa ¡No quiero tener problemas con la Policía por dejarlo botado en la calle! Ni menos aún con ellos – Dijo mirando de un lado a otro y revoleando sus azules ojos – Y… Necesito que me ayuden a llevarlo a alguna habitación, para que descanse y al despertar no quiera matarme por atropellarlo.
- Claro señorita – sonrió amablemente George – Rosa ve a preparar una cama y un pijama.
- Gracias! Estoy en deuda con ustedes – rió tiernamente.

George, Madeleine y Rosa, con mucho cuidado llevaron al “desconocido” como lo nombraba Rosa a dos habitaciones de la de Maddie. George fue el encargado de quitarle la camisa, los zapatos y calcetines y ponerle el pijama.

- Maddie… el “sujeto” ya esta en la cama con el pijama y sigue durmiendo como un angelito – sonrió.
- Oh, será que lo maté.
- No, no lo mató, esta vivo, durmiendo.
- Lo veré un momento, quiero ver con mis propios ojos que lo esta – rió.

Maddie entró sigilosamente a la habitación, camino lento en dirección a la cama y se arrodillo para quedar a la altura del joven. Observo cada rasgo de su rostro. Acaricio sus mejillas y luego su cabello rizado.

- Tienes un cabello envidiable – dijo a la nada – suena tonto, pero es verdad – rió.

La joven se levanto del suelo, para ir al balcón, abrió el gran ventanal y lo cerró tras ella. Amaba estar en ese lugar. Allí podía meditar, dibujar que era lo que más amaba hacer y hasta escapar de todo el ajetreo diario. Apoyo sus codos en la baranda del balcón, y su rostro entre sus manos. Cerró los ojos suavemente para dejarse llevar por la suave brisa. Pero algo la saco de sus pensamientos. Sintió que algo tocaba su hombro, y abrió rápidamente los ojos, algo asustada.

- Disculpa – Dijo una suave voz tras ella – ¿Puedo preguntarte algo?

Madeleine volteo y se encontró con el joven, que la observaba con algo de pereza y desconcierto.

- Si, claro – Sonrió – Que necesitas saber.
- ¿En donde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Quién eres tú? ¿Qué me paso? – Dijo algo confundido – Perdón si son muchas preguntas.
- Descuida, las responderé – Pausó – Estas en mi casa y si te explico por que estas aquí y que te ocurrió… ¿Prometes no matarme? – Preguntó con timidez bajando la mirada.
- ¿Por qué debería matarte? – Dijo sin entender a que se refería la joven.
- Por que te atropelle y… Preferí traerte a mi casa para no tener mayores problemas – murmuro cerrando sus ojos, y esperando la reacción del “desconocido”.

Evidentemente el joven estaba algo confundido, sumándole que tenia sueño y hambre. Por su parte Maddie esperaba que el no reaccione mal, o no tan mal como ella lo esperaba.

- Me matarás – Preguntó ella luego de unos minutos.
- No – Sonrió, aun con sueño – Además que me trajiste a tu casa, no me dejaste ahí, en la calle, así que no puedo matarte – rió.
- Gracias – Suspiró – Ahora puedo vivir en paz.
- Pero… Aún no me has dicho tu nombre chica desconocida.
- No, y tu tampoco sujeto – rió – Soy Madeleine Strong, para los amigos, soy Maddie.
- Lindo nombre Madeleine, soy Michael Jackson, y para los amigos… Mike.
- Puedes llamarme Maddie, si lo prefieres… Mike – rió.
- Y tu Mike, a mí.

A cualquier persona, este tipo de conversación o presentación más bien dicho, sería aburrida o absurda, tal vez ridícula o simpática. Pero para ellos, era el aprender a conocer a una persona completamente ajena a su mundo.


Ambos rieron con timidez pero a la vez amistosamente.

- ¿No crees que esta haciendo frío? – Cuestionó el joven Michael – Recostando sus codos en el balcón junto a Maddie.
- No, ¿tienes frío? – Interrogó con sus ojos cerrados.
- Mmm… Tampoco – Dijo observándola – Maddie, ¿a que te dedicas?


Era una duda que de una u otra forma, a Michael se le presentaría. No podía evitar la respuesta a esta.

- Me dedico a… Pintar y dibujar. ¿Tu a que te dedicas? – Sonrió.
- Estudio en la universidad, precisamente venía saliendo de ella cuando me atropellaste.
- Oh, interesante, ¿Qué estudias?
- Danza en la Universidad de París.






Continuara....