Eran las ocho de la tarde, de un día viernes de invierno. Las gotas de lluvia chocaban contra la ventana, para luego lentamente bajar por ella. Nicole dormía como casi siempre. Hayley estaba sobre la alfombra con los ojos cerrados, parecía dormida bajo un hechizo.
La despertó el sonido de la puerta, alguien tocaba. A pies descalzos camino hasta la puerta, acomodo un poco su ropa y su cabello para luego abrir la puerta.
– Hayley – Escucho decir la joven.
Y las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Hayley, como las flores en primavera, pero no sabía si eran de felicidad, rabia o resentimiento.
Él había vuelto. ¿Pero por cuanto tiempo?
No sabían que decir, o que hacer.
Solamente se reconocieron por aquella mirada, ella recordaba perfectamente aquellos ojos marrones, profundos y penetrantes. Como él recordaba aquellos ojos claros, pero a la vez tan profundos como el océano, a través de los cuales, podía ver la tortuosa vida de Hayley, aquellos ojos que describían lo maravillosa persona que era y solo eran de ella. Aquellos ojos marrones, solo podían pertenecerle a una sola persona, a aquel joven de cabello oscuro y rizado, de sonrisa cálida y confiable.
Ahí estaban ambos, uno frente del otro, viéndose a los ojos, mientras sus corazones palpitantes experimentaban millones de sensaciones y sentimientos, mientras sus bocas balbuceaban, tratando de pronunciar aunque sea una sílaba.
Bien sabido es que, una acción vale más que mil palabras, ambos se hundieron en un abrazo, expresando todo aquello que no habían podido decir durante aquellos años ausente en la vida del otro.
– Te extrañé muchísimo Michael – Dijo ella entre sollozos y lágrimas.
– Y yo mucho más – Murmuró, con sus ojos cerrados – Si pudiera volver el tiempo atrás...
– Pero no se puede, Michael lo importante es que...tú estas aquí – Sonrió – Y no sabes cuan bien me hace verte y abrazarte.
Aquel encuentro, había sido como aquel sueño, que había tenido Hayley, pero ahora había sido mucho más emocionante, por que era real, era de verdad, él estaba realmente junto a ella, estaban sentados en la sala, juntos como antes.
– Aunque no me veas junto a ti, siempre estaré en tu corazón, no lo olvides Hayley, siempre te voy a querer.
– Michael, no te vayas, no de nuevo – Dijo tomando el rostro del joven.
Él no respondió, solo observó los brazos de ella.
– Hayley, tú... – Balbuceo entre lágrimas – Tú no te hiciste daño de nuevo, dime que no por favor.
– Michael, necesito liberarme, necesito descargar todo este dolor que tengo aquí adentro.
– ¡Maldita sea! Hayley ¡No! ¡No! ¡No más!
– Michael entiéndeme.
– ¡Michael nada! – Gritó un tanto enojado – No puedo entender esa forma de liberarte, no puedo aceptar que te hagas daño así, no puedo creer que lo hagas, no puedo permitir esto.
– Perdón – Murmuró, mientras se ahogaba en su propio llanto.
– No puedo dejar que la persona que más amo en este mundo de porquería, se haga daño, no más – Dijo abrasándola.
– Hayley – Escucho decir la joven.
Y las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Hayley, como las flores en primavera, pero no sabía si eran de felicidad, rabia o resentimiento.
Él había vuelto. ¿Pero por cuanto tiempo?
No sabían que decir, o que hacer.
Solamente se reconocieron por aquella mirada, ella recordaba perfectamente aquellos ojos marrones, profundos y penetrantes. Como él recordaba aquellos ojos claros, pero a la vez tan profundos como el océano, a través de los cuales, podía ver la tortuosa vida de Hayley, aquellos ojos que describían lo maravillosa persona que era y solo eran de ella. Aquellos ojos marrones, solo podían pertenecerle a una sola persona, a aquel joven de cabello oscuro y rizado, de sonrisa cálida y confiable.
Ahí estaban ambos, uno frente del otro, viéndose a los ojos, mientras sus corazones palpitantes experimentaban millones de sensaciones y sentimientos, mientras sus bocas balbuceaban, tratando de pronunciar aunque sea una sílaba.
Bien sabido es que, una acción vale más que mil palabras, ambos se hundieron en un abrazo, expresando todo aquello que no habían podido decir durante aquellos años ausente en la vida del otro.
– Te extrañé muchísimo Michael – Dijo ella entre sollozos y lágrimas.
– Y yo mucho más – Murmuró, con sus ojos cerrados – Si pudiera volver el tiempo atrás...
– Pero no se puede, Michael lo importante es que...tú estas aquí – Sonrió – Y no sabes cuan bien me hace verte y abrazarte.
Aquel encuentro, había sido como aquel sueño, que había tenido Hayley, pero ahora había sido mucho más emocionante, por que era real, era de verdad, él estaba realmente junto a ella, estaban sentados en la sala, juntos como antes.
– Aunque no me veas junto a ti, siempre estaré en tu corazón, no lo olvides Hayley, siempre te voy a querer.
– Michael, no te vayas, no de nuevo – Dijo tomando el rostro del joven.
Él no respondió, solo observó los brazos de ella.
– Hayley, tú... – Balbuceo entre lágrimas – Tú no te hiciste daño de nuevo, dime que no por favor.
– Michael, necesito liberarme, necesito descargar todo este dolor que tengo aquí adentro.
– ¡Maldita sea! Hayley ¡No! ¡No! ¡No más!
– Michael entiéndeme.
– ¡Michael nada! – Gritó un tanto enojado – No puedo entender esa forma de liberarte, no puedo aceptar que te hagas daño así, no puedo creer que lo hagas, no puedo permitir esto.
– Perdón – Murmuró, mientras se ahogaba en su propio llanto.
– No puedo dejar que la persona que más amo en este mundo de porquería, se haga daño, no más – Dijo abrasándola.
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